En este texto la autora trabaja la noción de maestro desde sus tres pilares, llamemoslos, utópicos. El maestro debe ser promotor, modelo y crítico para que sus pupilos lleguen a amar la literatura. El maestro, al igual que los padres, por su cercanía con los niños o lectores en proceso, puede ser el medio más efectivo de trasmisión del amor por la literatura: a través del ejemplo. Entre los criterios de selección de textos, que un maestro crítico debe tener en cuenta están:
-No escoger libros sencillos ni simplificados
-Descubrir los temas de interés de los pequeños y con base en dicha premisa conseguir los textos.
-Escoger libros que no respondan a gustos pasajeros, a modas televisivas etc. Al contrario, escoger libros que sean válidos para muchas generaciones.
-Evitar la escogencia de libros con fines pedagógicos tales como los libros de valores, o moralizantes. Aunque no es necesario sacarlos por completo del repertorio.
- Apropósito de los dos puntos anteriores afirma Fajardo: "NO se trata de imponer criterios pero sí de presentar opciones" (9). Es decir, si en casa están leyendo el cuento de la película La cenicienta, en la escuela leeremos el mismo cuento con ilustraciones más artísticas, menos Disney o un libro-álbum sobre el mismo tema, en fin.-
-Incluir en la selección de textos a los pequeños. De esta manera identificar de paso los criterios de selección de los lectores para posteriores textos.
-Seleccionar textos con miradas y acercamientos diversos.
Estos elementos pueden ser de mucha ayuda a la hora de escoger por cuenta propia un texto. A pesar de que existen un sinnúmero de bibliografías en los planes lectores siempre está la incertidumbre detrás de la escogencia. Casi como un creer ciego. Estos criterios pueden ayudarnos a encaminar nuestra propia construcción de una escogencia crítica. En una de las publicaciones previas me había aventurado a proponer lo que para mí es necesario analizar a la hora de saber si un libro vale o no la pena, o qué parte del libro son valiosas y cuales definitivamente no. Con la propuesta de Martha, se nutre la exploración.
Me vienen a la memoria unos cuantos profesores, unos cuantos maestros y personas que me enseñaron a quienes puedo llamar amigos. Entre ellos podemos ver que no todos comulgan con la propuesta rectora, parece una mejor palabra que utópica, de ser maestros. Recuerdo ahora una pequeña mujer, bastante amargada que me hizo la vida infeliz todo el bachillerato, no era precisamente de lenguas o de castellano, pero sí enseñaba otro lenguaje, el matemático. Se caracterizaba por su ceño fruncido y su total falta de confianza hacia la inteligencia capacidad imaginación de sus alumnos. Creo que seres como estos deben permanecer a años luz de nuestras aulas cercados con rayos láser para que ni se les ocurra acercarse a nuestros niños. Como alumna debo decir que dicha experiencia me marcó para mal. A modo de chisme, me la encontré hace unos días cuando dictaba una conferencia en un reconocido colegio de Bogotá. La traté de evitar toso el día, pero como en una historia contada por un geniecillo cruel, me la tope de frente en el baño de mujeres. Las dos solas, una frente a la otra, una sonrisa esbozada en cada una como quien ve la fatalidad frente a sus ojos y no puede más que reír un ABRAZO, ay qué ironía, unas cuantas palabras cotidianas, una sonrisa ratuna en su rostro y una despedida protocolaria. Lo veo hoy y pienso que esa mujer debió tener demasiados problemas para tratarnos como nos trató. Esta mujer no fue modelo, ni promotora, tal vez crítica, demasiado, pero con sus alumnos.
Por su parte tuve una profesora de castellano y literatura muy allegada a nosotros, con un sentido muy práctico de la enseñanza, muy ágil a la hora de saber qué gustaba o no a sus alumnos, que nos dejaba escoger. Ella entendía que no todos habíamos crecido con las mismas fortalezas lectoras nos permitía escoger el libro que íbamos a leer ese mes. Tomaba una hora de su clase o dos, escribía una larga lista de títulos y uno por uno los iba reseñando para nosotros. Finalmente, escogíamos el que más se adaptara a nuestras necesidades y gustos. De esto puedo concluir que tomó el consejo de Martha F. en verdad creo que es muy útil incluir en el proceso de selección de textos a los lectores de los mismos, que cada uno pueda crear su propia historia literaria, su propia poética. Cabe aclarar que en la lista siempre habian clásicos de la literatura a la par que textos más sencillos y ahora creo, con menos valor literario. Sin embargo allí estaban, tal vez para atrapar a los lectores no lectores y los clásicos para formar a los lectores ya iniciados. Esta profesora fue sin duda promotora, por lo menos en mi caso. Fue modelo, sobre todo lo notaba cuando leíamos poesía, ella la leía con amor, con cadencia, los versos de Lorca cobraban vida, daban ganas de escuchar más. Crítica creo que sí lo fue, pero su metodología contemplaba diferentes públicos y niveles lectores. Tal vez le reprocho que me dejó caer en varios errores literarios, los cuales creí en su momento que eran la panasea. Faltó un poco más de Guía, que puede ser otro pilar rector para los maestros y que no se contempla en el texto de Fajardo.
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